Son la pareja más despareja de la calle Corrientes. En una primera vista, Moria Casán y Jorge Marrale son como el agua y el aceite. Mientras el actor suele cultivar el perfil bajo, con declaraciones siempre mesuradas, la actriz hizo de su lengua de karateca un sello de identidad reconocible por todos. Sus orígenes artísticos, incluso, están en las antípodas: Casán se valió de su impresionante físico para llegar a las tablas en obras de teatro revista o en las viejas películas de picaresca argentina; Marrale se sirvió de las herramientas aprendidas en el viejo Conservatorio Nacional del teatro para poder actuar. Sin embargo, esas diferencias esconden también sus coincidencias: ambos suelen manejarse con suma frontalidad y tienen sobre sus hombros extensas trayectorias artísticas en teatro, TV y cine. Un recorrido en paralelo que ahora los encontró para trabajar juntos, por primera vez, en Cuestión de género, la comedia teatral que de miércoles a domingo se presenta en el teatro Metropolitan (Corrientes 1343).
Las disparidades de sus historias personales y profesionales parecen ser el caldo de cultivo perfecto para ponerse sobre sus hombros una obra que hace de las diferencias el eje de su trama. Es que en Cuestión de género –obra de Jade-Rose Parker que en París protagonizó la “chica Almodóvar” Victoria Abril-, la historia de un matrimonio de más de 30 años se pone patas para arriba ante la revelación de un secreto que pone en jaque todo lo construido hasta ese momento: la confesión de Jade (Casán) a su esposo (Marrale, un político en plena campaña electoral) de que ella es una mujer trans pondrá en cuestionamiento el amor que entre ambos de cultivaron durante tanto tiempo. Las actitudes que toman cada uno con esa revelación, respecto a su vínculo pero también en relación a sus carreras profesionales, y a si contarle o no a la hija que adoptaron al año de casarse, será la excusa para abordar cuestiones como el amor incondicional, la mirada de los otros, la convivencia en la diferencia, y la verdad y la mentira en la sociedad moderna.
“Esta es una pieza muy movilizante, porque además creo que está metida en el tiempo que estamos viviendo”, le cuenta Marrale a Página/12. “Es actual por lo que sucede con la pareja, con lo que sucede con la familia, con lo que sucede con los sueños, con los deseos, con las mentiras, con lo que se oculta, con lo que se quiere creer, con lo que no se quiere creer, con lo que se descarta y con la trampa como parte de la vda. Mi personaje es el de un político bastante reconocible en términos actuales, casado hace 30 años, con una hija adoptada, que ve cómo todo se pone en discusión a partir de esa verdad que aflora o de esa mentira que emerge”.
La Casán asiente cada una de las palabras de su compañero, y agrega. “La gente se va a sorprender con Cuestión de género porque trata un tema que nunca se abordó con esta crudeza, porque es una comedia pero no diría dramática; es como una perfo teatral. La obra dice cosas que la gente común -el hetero-normativo/no normativo, que se supone que es mayoritario en la sociedad- tiene ciertos rasgos de homofobia. Son medios homofóbicos, racistas, son la personalidad del argentino. Entonces, la obra va a funcionar como un espejo a lo que somos como sociedad”, afirma la actriz sobre la obra dirigida por Nelson Valente, y cuyo elenco completan Paula Kohan y Ariel Pérez De María.
-¿Cómo definirían a este matrimonio de 30 años pero con ese gran secreto oculto? ¿Son negadores?
Moria Casán: -Creo que se quieren, pero son los dos muy particulares. Son bravísimos. O sea, se quieren, pero muchas veces son dos hijos de puta. Claro, como estamos trabajando, mi personaje trabaja con su verdad, que es una mentira elaboradísima, pero es su verdad. Porque la verdad de mi personaje es una gran mentira. Entonces todo es una paradoja, todo es transición de verdad-mentira, mentira-verdad, ficción-no ficción, ¿esto es cierto?, ¿es joda? ¿Por qué yo oculté mi condición, durante tantos años, a este hombre? Hay una razón, claro, de la que ya se van a enterar quienes vengan a verla. El hecho de que mi personaje lo oculte es un tema. También, en la obra parecería que a el personaje de Marrale le hubiese resultado más cómodo que siguieran como estaban, que no haya sincericidio, no haya verdad. Se quieren en la mentira, porque es una mentira que está tan elaborada, tan naturalizada, que es orgánica… Somos negadores. Yo no de mi condición, porque en realidad yo me jugué a ser otra, yo transicioné, pues soy una transgresora. Él no puede aceptar, no le importa que yo haya transicionado, no le importa nada… Lo que le importa es el engaño y cómo se siente, o cómo se percibe, o cómo lo perciben las demás. Porque como es un político, interesa mucho el off, más que el on. Entonces trabaja mucho por la opinión ajena.
Jorge Marrale: -Lo que estamos haciendo es una ficción. Imaginemos toda la fantasía que puede haber en un vínculo de esa naturaleza sin que un hombre se dé cuenta. Obviamente, el tipo se siente engañado en su buena fe. La obra habla sobre los vínculos, lo que significan, como uno confía o no confía, las reacciones que provocan casos como el del personaje de Moria. Creo que hay algo muy escondido en la sociedad. Hay una parte de la sociedad que no acepta la diferencia y otra, en la que me incluyo, que sí acepta los vínculos que trascienden a la unicidad mujer-hombre. Se ha transitado mucha locura respecto al por qué no se aceptan otras identidades, desde enfermedades, desviaciones… Es un tema crucial en estos tiempos, en los que en nuestro país y en otros copian un poco el modelo que está llevando Estados Unidos, de que el único vínculo es ser hombre o mujer. Eso pone las cosas en un lugar de un retroceso brutal. Hay comportamientos sociales condicionados por ideas que se le meten a la población para hacerle creer a la gente cosas que no son… El amor es universal y el vínculo hombre-mujer no es el único posible. En todos los tiempos. Toda esta batalla en contra de las diversidades es incomprensible.
M.C.: -Es una obra que más allá del tema en sí. Es una metáfora de la pareja, de los engaños, de las verdades, de lo que se oculta, de lo que no te quiero contar, de lo que te cuento ahora y no te lo conté antes. Me parece que tiene un juego mucho más amplio de lo que sucede. Va a interpelar muchísimo a todos. Al hétero… y al queer, ni te cuento. Al mundo hétero lo va a trastocar porque hay mucha, no digo mentira, pero hay mucha cosa oculta debajo. Y en cuanto a la sexualidad, ni te cuento.
-¿Por qué creen que la obra es muy actual?
J.M.: -Hay cosas que suceden en la superficie y hay otras que son por debajo de la superficie. Una lectura muy apresurada te saca sonrisas y carcajadas, pero al mismo tiempo la sonrisa me parece que oculta secretos… Son los secretos de cada uno, de cada espectador o espectadora que mira, siente y reproduce situaciones que pueden ser muy personales, más allá de lo transgénero que propone la obra. Me parece que habla sobre la mentira, la verdad, el engaño, cuánto se soporta de algo, cuánto se sostiene ese algo… En tiempos de la posverdad como los que estamos viviendo, nos vamos acostumbrando un poquitito cada vez más a casi soportar el engaño, el engaño informativo, el engaño de los titulares, el engaño o lo sospechoso a veces, lo ambiguo. Nos estamos acostumbrando a que no haya certezas; si bien nunca las hubo, al menos había como aproximaciones. Creo que la pieza habla un poco de eso. ¿Con qué nos queremos engañar? ¿Cuándo nos engañamos, qué hacemos? ¿Cuándo nos decepcionamos por el descubrimiento de una verdad oculta?
-¿O sea que Cuestión de género trasciende a la identidad sexual?
J.M.: -La obra, aún con una trama llevada al extremo, nos hace pensar. Te hace pensar sobre todo en los comportamientos. Son tiempos en los que las noticias falsas se van naturalizando, parecería ser que ya la cumbre no está en la verdad o en las verdades. Las verdades se pueden compartir aparentemente con algunas no verdades, ¿no? Es un tiempo extraño para los que estamos acostumbrados y construidos de otra manera. Por eso todas las fidelidades, para hablar en términos no solamente matrimoniales o de pareja, tienen siempre un margen. En donde la infidelidad se presenta, la no verdad está cerca. ¿Por qué se miente? Tal vez en la necesidad, tal vez porque era necesario mentir. Cuando se empieza a decir era necesario mentir, ya hay algo que bloquea la posibilidad de acceder a la verdad. Me parece que la obra habla un poco de eso. No sé si tan profundamente, pero me parece que lo toca. En general, la gente se queda discutiendo después, por ahí, comiendo un pedazo de pizza o lo que sea, porque te enfrenta un poco a eso.
M.C.: -El arte siempre es un provocador de la sociedad. Y esta obra redobla la apuesta, en ese sentido. Yo transgredí todo, traspasé todos los gobiernos, dictadura, democracia. Hace más de 50 años que estoy arriba del escenario. Ahora veo que hay una globalización conservadora, hay como una tendencia a conservar. A mucha gente le molesta tanta libertad, por más que por ser políticamente correctos digan otra cosa. Y el artista siempre transgrede normas, porque el arte es provocar. Hay algo áurico que tengo, para que la gente me haya elegido y siga estando arriba del escenario más de 50 años. No lo tomo como algo personal, lo tomo como algo parte de una comunidad áurica de arte, donde estamos metidos todos los que somos artistas, que no sé si son muchos. Todo lo que sea arte transgrede y es reactivo hacia lo que sea. Cuestión de género cuestiona a indaga, incomoda, además de divertir. Incluso, pone en juego el tema de la lealtad en la pareja y en la vida, algo que hoy está en agenda, porque la gente se separa y se meten unos cuernos espantosos y salen todos a tirar mierda por la tele para que se sepa el cuerno que metió.
J.M.: -Sí, es un tiempo medio raro. Es un tiempo de mucha crueldad… Parecería ser como que hay que decir todo, lo que sea doloroso, sucio y comprometa al otro o a la otra.
M.C.: -Es todo show. Lo hacen todo, pero es líquido.
J.M.: -Lo que pasa es que no sé si todo el mundo toma conciencia de eso, porque se transforma en una costumbre. Hay una especie de costumbre perversa. Estamos viviendo un tiempo descarnado en el que también hay transformaciones en la gente joven. Intergeneracionalmente hay grandes y graves diferencias. Encajar, trabajar con el otro, con diferencias de edades y de pensamientos requiere de un esfuerzo, de una voluntad. Hoy es el mundo del individualismo. Hay algo que no se termina de ensamblar. Recuerdo que para nuestra generación los viejos que hablaban tenían… sabiduría. Y eran escuchados y respetados. Porque al escuchar, respetás. Hoy, prima el descarte natural. Vivimos una sociedad del descarte a lo que se considera viejo. Todo tiene que ser rápido, nuevo, joven.
M.C.: -La frase de El Eternauta dice que “lo viejo funciona”. Hay una frase del poeta (Jorge) Dragone, que se la escuché nombrar al Papa Francisco, que dice que cuando uno es huérfano de historia no tiene mucho que ofrecer.
J.M.: -Lo que pasa es que el viejo tiene historia. Y fijate lo que genera la falta de historia. La desconexión, cierta forma de la ignorancia que a veces se quiere proteger. “Ah, yo no sabía…”, se dice, casi exculpándonse de cosas. ¿Cómo no sabías? ¿Hacés algún ejercicio para saber un poco más? La teoría del presente continuo. Pero hay un presente continuo que avanza y ese presente continuo se transforma en historia.
M.C.: -Creo que los jovenes aprecian la historia solamente si viajan a Europa y sacan fotos. Si tienen buenas fotos, para las redes. Es la sociedad líquida, como dice (Zygmunt) Bauman.
-La sociedad argentina ha avanzado mucho en los últimos 30 años en materia de identidad sexual. ¿Los argentinos somos tan avanzados como creemos? ¿O es más los que decimos que lo que realmente somos?
M.C.: -No, yo creo que el argentino es avanzado pero tiene un cliché muy conservador. El argentino en el fondo siempre te termina diciendo algo como aquello de “negra de mierda, puta de mierda, criada de mierda, estábamos mejor con…” Eso no deja de sonar. Está latente. Hay algo que molesta de que el otro tenga tus mismos derechos. Hay algo que les rompe las bolas… Louis Vuitton no permite tener ningún tipo de falsificación porque a los millonarios que les compran sus cosas no les interesa para nada que cualquier persona con un truchaje chino pueda tener el mismo bolso. Se sienten de la realeza y nadie puede ni siquiera acceder. Lo mismo sucede en la Argentina. Me acuerdo cuando estaban las 12 cuotas para comprarse ropa, que fui al Patio Bullrich y me encontré con una señora que estaba paseando con un odio. “Mire, en lo que han convertido al Patio Bullrich por darle 12 cuotas a la gente…”, me dijo, indignada. Les molesta que todos podamos comprarnos ropa y en el mismo lugar, perder sus privilegios.
J.M.: -Es como una tradición nuestra. Están muy ancladas. Es también el sistema que tenemos. Es un país extractivista. Todos estamos muy preocupados por si llueve o no llueve para que el campo esté bien, aunque no tengamos campo. Hay algo que a nosotros nos ocupa demasiado espacio. Más que el parecer, es pertenecer a un espacio al que muy pocos llegan. Me parece que hay como un sueño aristocrático que se extiende. Veo cierto fanatismo en la Argentina por saber qué le pasa a los reyes ingleses… ¿por qué interesa tanto?
M.C.: -Eso es tilingueria pura.
J.M.: -Sí, pero viste que se sostiene en el tiempo. Con nuevas generaciones parece que no se corta. Hay algo que continúa. Y esto hace que todo se multiplique.
M.C.: -Se globalizó el espíritu. Yo decía el otro día qué bárbaro vivíamos sin el celular. Hemos creado una inteligencia que es superficial, no artificial.
-¿Qué opinión les merece el ataque del gobierno a instituciones teatrales, a sociedades gestionales, a los actores?
M.C.: -Milei es una economista que empezó en la tele. Y entonces me parece que él se siente parte del medio. Pienso que pasa por ahí. Que a medida que pase el tiempo y logre más cosas, lo va a ir dejando, lo va a ir aflojando.
J.M.: -No estoy tan seguro en eso. Los ataques a los artistas, a los periodistas, a personas en particular, son muy dolorosos. El otro día venía con asombro como un expresidente y el actual presidente intercambiaban mensajes que, de alguna manera, estaban hablando de quién era más psicópata. Lo vi y me dije “¿se está hablando en serio de esto?” ¿Cómo es posible? ¿Cómo, viendo el país que tenemos, las dificultades que hay, las necesidades que hay, se ocupan de quién hace o puede hacer más daño? Me desconcierta algunas cosas. Y me duelen porque veo que avanza y vamos naturalizando eso. Hay un cambio estructural de la cultura. Hay algo que nosotros, lo que construimos cotidianamente, de golpe está cercenado, corrido, estancado… ¿Cómo es que no tenemos, en este año y medio, una película argentina subsidiada para que se pueda ver?
Obra a medida
Transgresora desde siempre
Moria Casán cree que esta protagonizando una obra hecha para ella. “Era una obra que me estaba esperando”, reconoce la actriz. “Era el rol que me faltaba habitar, pero que me fluye orgánicamente, porque siempre fui una trans. Transgredí mi nombre, porque mi madre me había puesto otro… Porque cuando uno se cambia el nombre, adopta como una personalidad diferente. Mi vida fue una transgresión constante. Debuté desnuda en un escenario haciendo de hombre, nada menos que a Carlitos Chaplin. Me transgredo constantemente. Soy una transgresora mía porque me uso, me uso para no descolocarme. Transgredí la manada, porque nunca acepté mandatos ni culturales ni religiosos ni lo que marcaba en cada época. Y ahora en Cuestión de género y a mi edad me animo a ser una mujer trans porque así soy. Siempre usé el escenario, me usé a mí -sin bajar líneas, sin adoctrinar, sin ser oportunista- como acto de resistencia. Siempre es un acto de resistencia el teatro, porque jugás a ser otro con tu propio ADN… Los artistas somos como, no sé, como prostis. Porque estás vendiendo tu cuerpo y estás vendiendo tu alma por una entrada. Estamos vendiendo una fantasía. Y una fantasía en el escenario, por un rato, está bien. Por eso me gusta subirme al escenario. Pero tengo claro que una fantasía fuera del escenario siempre crea problemas”.